Lewis Carol, en su novela «Alicia en el país de las maravillas» narra la siguiente conversación entre una Alicia que se encuentra perdida en el país de las maravillas y el gato de Cheshire:
– «Gatito, gatito», dijo, un poco tímidamente, ya que no sabía si le gustaba que le llamasen así; pero al Gato se le ensanchó la sonrisa. Ante esto, Alicia pensó: «Vaya, de momento parece complacido», y prosiguió: «¿te importaría decirme, por favor, qué camino debo tomar desde aquí?»
– «Eso depende en gran medida de adónde quieres ir«, -dijo el Gato.
– «¡No me importa mucho adónde…!» –dijo Alicia.
– «Entonces, da igual la dirección» –dijo el Gato. Añadiendo: «¡Cualquiera que tomes está bien…!»
– «¡Gracias!» añadió Alicia a modo de explicación.
– «¡Ah!», dijo el gato: –«ten la seguridad de que llegarás, sobre todo si caminas bastante,» añadiendo: ¡…»Nadie camina la vida sin haber pisado en falso muchas veces.!»
Creo que queda claro que es importante fijarse unas metas y comenzar a caminar hacia ellas. Da igual que sea en tu negocio, en tu vida profesional, en tu vida sentimental o en tu vida familiar. Lo importante es marcarse unos objetivos y en cada bifurcación que encontremos del camino preguntarse «¿Qué camino es el que me acerca al objetivo que me he fijado?». Haciendo eso tarde o temprano acabarás llegando al objetivo. Sin metas serás como Alicia, donde dado que no sabe a donde va, da igual si toma un camino u otro.
Seneca, uno de los Cordobeses más ilustres que nació en el año 4 antes de Cristo resumió esto en una única frase: «No hay viento favorable para el que no sabe adónde va».
Una vez escuché que si te soltasen en un sitio remoto del planeta sin dinero, sin conocer el idioma y sin saber dónde narices estas, tardarás más o menos en hacerlo, pero es seguro que acabarás volviendo a casa. Porque ese es tu objetivo, porque tienes en mente cada día, cada hora, cada minuto que tu has de regresar.
Así pues es fundamental marcarse unos objetivos, pero para que éstos sean llamado como tales tienen que cumplir 3 condiciones:
i) Ser concreto. No valen como objetivos «Mejorar las ventas» o «Pasar más tiempo con mi familia». Si haces eso, el gato de Cheshire te diría: «Entonces da igual la dirección». Con que mejores en 1 Euro las ventas o con que pases 5 minutos más con tu familia ¿podríamos considerar el objetivo como cumplido? Formalmente si, pero si lo miras objetivamente has vendido lo mismo y pasas el mismo tiempo con tu familia.
Dicen que a la persona que más fácilmente puedes engañar del mundo es a ti mismo. La tentación de autoengañarte pensando que vender 1 Euro más es cumplir tu objetivo es muy grande.
ii) Ser medible. Si no tengo un sistema de gestión que me diga si vendo más o vendo menos, no podré saber en la vida si he alcanzado el objetivo o no. De igual forma si no controlo mínimamente el tiempo que paso con mi familia, no podré saber si estoy dedicando más o menos. Aquí no valen las intuiciones. Si no puedo saber si he cumplido o no mi objetivo, te puedo asegurar que no es un objetivo sino una declaración de intenciones. Lo que no se mide, no puede ser mejorado.
iii) Tener un plazo. ¿Quién no ha dicho el 1 de Enero «me apunto al gimnasio», «dejo de fumar», «aprendo inglés»? Estos son objetivos concretos y medibles, pero a los pocos días pasan a ocupar la lista de «tareas pendientes». No los abandonamos, siguen estando ahí y al siguiente 1 de Enero los volvemos a formular.
Como puedes ver, todo objetivo tiene que tener una fecha donde veamos si hemos o no cumplido con el mismo. Así pues un objetivo es «Aumentar las ventas un 3% en el año», «Dedicar una tarde entre semana a llevar a los niños al parque de Mayo a Septiembre» o «Dejar de fumar en un plazo de 6 meses»
También habría un cuarto: «ser realista». Pero un objetivo no tiene por qué ser del todo realista.
Imagina por un momento que no consigues el objetivo de «Aumentar las ventas un 3% este año» o de «Dejar de fumar en un plazo de 6 meses». ¿Qué deberías hacer en ese supuesto? ¿Castigarte? Ni mucho menos, el castigo no sirve para nada. Lo que debes hacer es analizar qué ha fallado. Quizás un fallo en la cadena de suministro (ajeno a ti) te ha provocado una ruptura de stock y te ha impedido cumplir con el 3% de aumento en el año, algún golpe de la vida te haya dejado sin fuerza de voluntad para abandonar el tabaco, o te han ofrecido un ascenso y eso te impide pasar esa tarde con tus hijos.
No cumplir un objetivo es algo que puede ocurrir, así que no hay que tomarlo como una tragedia, lo importante es analizar por qué no lo hemos cumplido, tenerlo en cuenta y aprender de ello. Las lecciones que te dan los fracasos son la mayoría de las veces más importantes que las que nos dan los éxitos. Pero ¡cuidado! Una cosa es que te diga que los objetivos no tienen por qué ser realistas y otra cosa es comenzar a plantearnos objetivos irrealizables. Puede parecer lo mismo, pero hay un pequeño matiz que lo cambia todo: un objetivo irrealizable es aquel que sabes que no podrás conseguir por mucho que te esfuerces. Un objetivo realista es aquel que la experiencia te dice que es realizable.
Lo ideal sería estar siempre haciendo cosas que dominamos, pero esto no siempre es posible (y si me apuras, no es siempre lo deseable). Si es la primera vez intentas dejar de fumar, no sabes si podrás o no hacerlo en 6 meses puesto que careces de experiencia en ello. Así pues no sabes si es realista o no ese objetivo, lo único importante es que creas que puedes lograrlo.
Lo importante es esforzarte al máximo para conseguirlo, afrontar las consecuencias de no haberlo alcanzado, analizar qué falló y reformularlo nuevamente con la experiencia acumulada.